Sandro no solamente sabe capturar y rehacer los estímulos de la naturaleza y de las estructuras territoriales, sino los vuelve personales y los hace suyos para devolverlos –pero no completamente- a los espectadores afortunados de ese momento creativo que lo penetra.
Los espacios nuevamente así dibujados son siempre acogedores, elegantemente informales, basados sobre una severa estructura proyectual que se captura solo estudiándola a fondo, porque está oculta o mejor dicho, está recubierta de elementos agraciados que la matizan y la completan en una realización equilibrada, resultado de un conocimiento botánico, agronómico y arquitectónico, fundidos en modo armónico.
Sandro no regresa inmediatamente todo aquello que atrapa, se queda siempre con algo, para primero examinarlo y después depositarlo: sus jardines son por eso la resultante de una suma de experiencias, pero también de percepciones, visiones y exámenes retrospectivos que no lo dejan nunca satisfecho de su saber.
Maria Teresa Salomoni